0°48'57.8"N 77°38'20.1"W son las coordenadas de Ojo de AWA. Está en Ipiales-Nariño muy cerca del Ecuador, en los Andes del Sur de Colombia a 2.810 msnm. Tiene un clima frío y son 6 hectáreas que ancestralmente, poseían una vegetación de bosque alto andino.
Estas tierras han sido destinadas a cultivos de parcelas cuya forma de explotación agrícola, durante siglos, ha hecho que desaparezca la mayor parte de la vegetación nativa. Apenas si prevalece en las montañas más alejadas y en los linderos de parcelas que se delimitan por zanjas. En Nariño el minifundio es la forma de propiedad de la tierra que predomina, principalmente porque son comunidades indígenas quienes la explotan de manera colectiva.
Cuando llegamos a este lugar identificamos pequeñas manchas de humedad entre los surcos del sembrado, las cuales permanecián a pesar del sol radiante y el paso de los días y meses.
Comenzamos a cultivar esos pequeños brotes de agua sembrándoles arbolitos, hierbas y helechos a su alrededor; en triángulo, en forma de diamante y en círculos, dándoles abrigo contra el viento (sembrar agua lo llama la gente de antes). Hicimos unos huecos en las manchas de humedad, cavando un poco para que el agua comience a acumularse. Mágicamente, al cabo de unas semanas el brote de agua se acrecentaba. Pasaron los meses y sembramos más árboles (capulí, pumamaqui, arrayán, pandala, rama blanca, pundé, amarillo, flor de mayo, mortiño, etc.) muchas especies nativas queriendo recrear “el monte” que habría aquí antes. Los arbustos y las hierbas nativas también comenzaron a surgir, para nosotros, sin saber de dónde. Claro..! Los pájaros y los insectos que por fortuna no se han extinguido aún, nos comenzaron a traer el bosque de las montañas más lejanas para sembrarlo a nuestros pies.
“La tierra y el paisaje tienen memoria”. Cuando se les deja “a su aire”, comienzan las plantas a salir tímidamente de la tierra para instalarse de nuevo una al lado de otra en colaboración simbiótica. Cada una sabe su lugar y tendrá sus propios huéspedes; eso fue lo que fuimos descubriendo a la par de que las manchitas de humedad se fueron convirtiendo en verdaderos Ojos de Agua, donde ahora brota el líquido de la vida. Haciendo un juego de palabras quisimos llamar a este lugar “Ojo de AWA” para rendir tributo al conocimiento que el verdadero AWA (hombre de montaña) puede llegar a tener si abre bien los ojos y observa como la naturaleza crece a su alrededor. Esa naturaleza que le provee todo para la vida. La casa que nos aloja en la reserva se surte de los Ojos de Agua recuperados.
“Así nace la reserva Ojo de AWA, casi por accidente al observar la naturaleza en este lugar, pero con una intención consciente desde siempre de rendir tributo a la vida.”
Ipiales - Nariño
Comenzamos a cultivar esos pequeños brotes de agua sembrándoles arbolitos, hierbas y helechos a su alrededor; en triángulo, en forma de diamante y en círculos, dándoles abrigo contra el viento (sembrar agua lo llama la gente de antes). Hicimos unos huecos en las manchas de humedad, cavando un poco para que el agua comience a acumularse. Mágicamente, al cabo de unas semanas el brote de agua se acrecentaba. Pasaron los meses y sembramos más árboles (capulí, pumamaqui, arrayán, pandala, rama blanca, pundé, amarillo, flor de mayo, mortiño, etc.) muchas especies nativas queriendo recrear “el monte” que habría aquí antes. Los arbustos y las hierbas nativas también comenzaron a surgir, para nosotros, sin saber de dónde. Claro..! Los pájaros y los insectos que por fortuna no se han extinguido aún, nos comenzaron a traer el bosque de las montañas más lejanas para sembrarlo a nuestros pies.
“La tierra y el paisaje tienen memoria”. Cuando se les deja “a su aire”, comienzan las plantas a salir tímidamente de la tierra para instalarse de nuevo una al lado de otra en colaboración simbiótica. Cada una sabe su lugar y tendrá sus propios huéspedes; eso fue lo que fuimos descubriendo a la par de que las manchitas de humedad se fueron convirtiendo en verdaderos Ojos de Agua, donde ahora brota el líquido de la vida. Haciendo un juego de palabras quisimos llamar a este lugar “Ojo de AWA” para rendir tributo al conocimiento que el verdadero AWA (hombre de montaña) puede llegar a tener si abre bien los ojos y observa como la naturaleza crece a su alrededor. Esa naturaleza que le provee todo para la vida. La casa que nos aloja en la reserva se surte de los Ojos de Agua recuperados.
Así nace la reserva Ojo de AWA, casi por accidente al observar la naturaleza en este lugar, pero con una intención consciente desde siempre de rendir tributo a la vida. Se pretende consolidar como una Reserva Natural de la Sociedad Civil sin ánimo de lucro y luego como ONG para recuperar y cuidar el medio ambiente.
Ahora contamos con muchos aliados, a lo largo del camino se han ido juntando las voluntades de diversos amigos que son conscientes de la importancia del cuidado y la conservación del medio ambiente y particularmente de la reforestación con bosques nativos para mantener el hábitat de las especies animales endémicas.
Nuestras principales fuentes de financiación son recursos propios, donaciones de colaboradores y un programa de siembra de árboles que impulsamos para generar un cambio en la cultura de rendir tributo a los difuntos con coronas de flores, reemplazando el tributo por la siembra de árboles nativos.